Bueno, ha pasado bastante desde que volvimos y nos ha dado tiempo a
recobrar las fuerzas y a poder redactar lo que ha sido un viaje
inolvidable.
Todo comenzó a forjarse en mi mente, tras
leer muchas crónicas de gente que habían hecho este viaje. Era un viaje
con el que andaba soñando hacer desde que tengo moto y sabía que tarde o
temprano, lo cumpliría.
Para ello, tras muchas
charlas, conseguí convencer a Lolo (Manuel López) para realizar este
viaje. No hubo que presionarle mucho tampoco. Así que sobre el mes de
Junio empezaron los preparativos. A preparar las rutas y a pensar en los
posibles días en los que haríamos el viaje.
Tras
muchas vueltas, conseguí definir el viaje para 10 días, ajustándolo así a
las vacaciones de las que Lolo disponía. Un viaje de unos 5000 km con
el que intentaríamos ver y disfrutar al máximo de las carreteras y
lugares que hay en los Alpes. Para ello pasaríamos por los alpes
franceses, suizos e italianos.
Así que con este planteamiento, el día 12 de Agosto empezó todo ...
DÍA 1
Cronica del día 1: Málaga - Barcelona. Viernes 13 de Agosto de 2011.
La
ruta para hoy no es poca cosa. Hay que meterse desde Málaga hasta
Barcelona. Estamos hablando exactamente de 1000 km y de 10 horas encima
de la moto. Teniendo en cuenta que estamos a mediados de agosto y que
tenemos que cruzar toda España, la calor a soportar será bastante. A
esto, hay que sumarle la previsión de tráfico debido la operación salida
y retorno de mediados de agosto que además coincide con un puente de
tres días. Pero todo esto da igual. Tenemos una ilusión y unas ganas de
empezar que hacen que todos estos “contras” no importen :-D .
A
las 6:30 de la mañana quedo con Lolo en la gasolinera del Eroski de
Vélez. La intención es coger dirección Motril y desde ahí subir hasta
Granada. Con algo de retraso, a las 7:10 emprendemos la marcha hacia
nuestro objetivo.
La
mañana empieza bien, nos mantenemos a ritmo legal hasta que pasado
Almuñecar cogemos la nacional y disfrutamos de esas curvitas tan
ricamente a la vez que nos vamos ajustando a la moto con ese sobrepeso
que implica llevar alforjas y mochilas en el colín.
Desde
Motril hasta Granada, la meteorología nos dio su bienvenida a nuestra
ruta. Se cerró en una niebla espesa que incitaba a ponerse algo más de
abrigo. Algo pasajero, ya que antes de coronar lo que sería nuestro
primer puerto en este gran viaje, el puerto del Suspiro del Moro, ya se
había disipado.
Con este panorama, seguimos a ritmo
legal hasta llegar a Granada, dónde Lolo se lleva un susto con un bache y
su GPS que casi se cae del soporte que lleva en el manillar. Por
suerte, consigue sujetarlo y recolocarlo y una vez ya en Guadix, lo
aseguramos poniéndole un poco de cinta americana.
Desde
esta parada continuamos por la autovía hasta llegar a Ventas del Peral
donde paramos a desayunar y reponer así fuerzas. Aquí, el dueño del
restaurante, motero por cierto, nos comenta una ruta alternativa que nos
iba a terminar sacando a la A-3, y desde ahí cogeríamos dirección
Valencia; ahorrándonos así unos 100 km. A mí me sonó algo “así…”, pero
no teníamos tampoco porqué desconfiar de él y ya que esto es un viaje de
moteros y aventuras, y le hicimos caso. Tomamos entonces camino por una
nacional en bastante buen estado y con unas curvitas muy entretenidas y
que además permitía el ritmo de autovía. ¿El problema? Que nos dejamos
atrás una de sus indicaciones y terminamos en una autovía dirección
Murcia. Así que en la práctica no solo no recortamos, sino que hicimos
un pequeño rodeo de unos 80 km.
Volviendo a estar sobre
los pasos y puntos que teníamos definidos, pero no sin antes llevarme
un susto. En autovía y a un ritmo considerable, veo a Lolo echándome el
intermitente y las luces como un poseído. Ante dicha situación le dejé
pasar, quizás le parecería lento el ritmo … Pero no era ese el motivo,
concretamente era que la alforja derecha se me había descolgado y estaba
haciendo contacto con el escape y se estaba quemando :shocking: :mat:
. Paramos en el arcén y tras recolocar las alforjas y poner cinta
americana para tapar el agujero creado, continuamos dirección Alicante y
desde ahí hacia Valencia.
Este
tramo fue cansino. Un tramo con mucha autovía y un tramo de nacional
por el interior. Todo esto acompañado de un calor y un aire caliente que
resultaba difícil de llevar. Pasado Xativa, paramos a almorzar y
descansar y dejar que pasase algo ese calor. Momento que aproveché para
recolocar la cinta americana y poner cinta anticalorica sobre la
alforja quemada.
Sobre las 17:00 reprendimos la marcha,
aún sin haber pasado por Valencia. Nos quedaban sobre unas 4 horas de
camino sin parar, lo cual nada más pensarlo ya resultaba agotador. Sin
más, pasado Valencia cogimos autopista y sin mucho miramiento empezaron a
caer km debido al ritmo apisonador que llevábamos. Un ritmo bastante
rápido, pero la calor, la necesidad de hidratarse y descansar y de
llenar depósito cada 200 km, provocaba que lo que “ganábamos” por
velocidad, lo “perdiésemos” en las paradas.
Ya llegando
a Barcelona, el peaje acabó y 30 € fueron lo que nos “robaron” por el
uso de una vía necesaria para el tráfico de la zona de levante. Quede
ahí esa reivindicación .
Finalmente llegamos a
Barcelona sobre las 21:45 sin ningún problema, gracias al GPS de Lolo
que nos llevó a la misma puerta del hotel sin problema alguno.
Tras
hacer el checking y desmontar las alforjas y maletas de las motos,
pedimos unas pizas a una pizzería cercana mientras nos organizábamos
para lo que sería la ruta del siguiente día.
Como
comienzo del viaje, habíamos llevado a cabo el día más duro de los que
teníamos previstos. La verdad que resulto un día bastante agotador,
tanto a nivel físico como mental. Fisico por lo evidente y ya comentado.
Y mental ya que hacerse 1000 km por autovía a un ritmo alto y no “ver”
ninguna recompensa moteril, resulta algo agotador; pero esperemos que en
los próximos días compense este primer esfuerzo inicial.
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DÍA 2
Cronica del día 2: Barcelona – Albertville. Sabado 14 de Agosto
Otro día más de puro trámite, en el cual hay que hacer casi 800 km para poder estar a las puertas del arco alpino.
Con
esta mentalidad nos levantamos a las 7:30 cuando suena el despertador.
Pocas horas de sueño en el cuerpo y con la paliza del día anterior, pero
aún así nos dispusimos a montar todos los bártulos nuevamente en las
motos y emprender la ruta de hoy.
Con todo ya montado,
emprendemos la marcha hacia La Jonquera sobre las 8:50. A ritmo más que
legal, debido a los numerosos radares que habitan en la circunvalación
de Barcelona, vamos avanzando.
Cogemos
nuevamente autovía al salir de Barcelona, que nos llevaría hasta la
misma frontera. Con un ritmo alegre, vamos avanzando con la intención de
aventajar todo lo posible ahora que es temprano y el sol y el cansancio
no hacen mella.
Llegamos a La Jonquera, donde
aprovechamos para desayunar. Justo en la misma puerta de la estación del
servicio, vemos aparcado un Spyder y una Grand Tourism. Justo
terminamos de aparcar a su lado, salieron los dueños de ambas
maravillas. Eran catalanes y estuvimos conversando un rato sobre nuestro
viaje, uno que acababan de hacer ellos por el norte de España y sobre
ese “cacharro” tan curioso llamado Spyder.
Tras
reponer fuerzas, emprendimos la marcha para cruzar la frontera. Ya
antes de cruzarla, y en la subida al puerto de montaña donde se
encuentra la frontera, nos encontramos una caravana. Y como siempre se
ha dicho, “las motos no hacen caravanas”. Con precaución fuimos dejando
atrás el atasco y consiguiendo pasar la frontera.
Una
vez en territorio Francés, continuamos por la A9 (de peaje, claro está),
carretera que nos llevaría hasta pasado Montpellier.
Fuimos
pasando poblaciones de paso y en la mayoría de las entradas de estas
poblaciones nos encontrábamos caravanas kilométricas. Nosotros, como
buenos moteros y españoles, decidimos saltárnoslas todas ellas por el
arcén (que por cierto estaba bastante limpio y permitía poder circular
por él sin mucha preocupación de encontrarse “entes” que puedan
ocasionarte un susto como ocurre en España). Nos llamaba mucho la
antención a Lolo y a mí que las motos que veíamos en los atascos fueran
sorteando los coches y no utilizacen el arcen. Nos cabe la duda si es
porque no habían pensado en esa opción o es porque en Francia no está
permitido el circular por el arcén (en España tampoco lo está, pero es
habitual hacerlo …).
Pues con este panorama de
autopista-atasco-autopista-atasco vamos avanzando, pero no tanto como
nos gustaría. Los atascos no están ralentizando bastante, ya que, aunque
“nos los saltemos”, nos hacen bajar considerablemente la velocidad y
por tanto la media de kilómetros a la hora.
Sobre
15:00 tomamos la decisión de pararnos en una estación de servicio para
descansar y reponer fuerzas. Un McDonnals fue el restaurante que
elegimos para dicha decisión. Buen gusto y paladar que tenemos, oiga.
Tras buscar un sitio a la sobra donde poder dejar las motos y y nosotros
mientras comemos, ya que era imposible aparcar las motos en un lugar
visible y comer desde el local. Tuvimos que comer con nuestras niñas y
esa fantástica temperatura que nos acompañaba.
Tras
este alto en el camino, nos incorporamos nuevamente a la autopista y
seguimos con la misma tónica: más atascos y más autopista.
Al
igual que el día anterior, el calor era bastante insoportable, y si
además le sumamos que la conducción sobre una R durante tantos
kilómetros y tiempo seguido, la combinación no es muy agradable de
vivir. Intento acoplarme de diferentes formas y posturas sobre la moto,
pero todas resultan cansadas tras un tiempo.
Una vez
llegamos a Valence, cogemos su circunvalación y seguimos la ruta
diseñada. Para ir a Grenoble decidimos tirar por la nacional, aún
llevando el retraso que llevábamos; pero necesitavabamos variar, salir
de la rutina y agobio de la autovía y disfrutar así “algo” de la moto.
Cogimos
la N502 que nos llevaría hasta Grenoble. Carretera bastante buena, con
un buen asfalto, unas buenas vistas y bastante divertida.
El
único problema es que no era muy rápida y los pueblos a su paso eran
bastante, por lo que nos relentizaba aún más. Así que en uno de los
enganches que tenía, decidimos coger la autopista nuevamente.
Una
vez ya en autopista y con bastante retraso sobre la hora planificada de
llegada, como el día anterior cuando queríamos llegar a Barcelona,
decidimos aumentar el ritmo. Ritmo que a veces me hacía pensar cómo era
posible de imponer una GSR tan cargada.
Cerca de las
21:00 llegabamos por fín a Albertville. Concretamente a una barriada
anterior que es donde teníamos echa la reserva de nuestro hotel ETAP.
Aquí, ya tenemos la anécdota del día, y es que nada más salirnos de la
autopista, pasamos por una rotonda desde la que se podía ver nuestro
hotel. Con el cansancio y las ganas de llegar, cogimos dirección hacia
la barriada, y aquí perdimos más de 30-40 minutos “buscando” nuestro
hotel. Calles desiertas y establecimientos vacios. Barriada de casas
típicas Suizas, y eso que aún estábamos en territorio Francés (aunque
muy cerca de la frontera, eso sí). Muy bonitas todas ellas y nos hacía
un montón de ilusión poder ver ese panorama, ya que implicaba que ya
estábamos donde tanto habíamos deseado, pero queríamos encontrar nuestro
hotel y descansar, ¡¡y no dabamos con él!! Hasta que ya cansados de dar
vueltas por las 6 calles que tenía la barriada, vimos a un coche y tras
preguntarle nos hizo el favor de llevarnos hasta el mismo hotel. Ahí
fue donde nos dimos cuenta de lo cazurros que habíamos sido …
Tras
llegar al hotel, no había nadie y una triste puerta con una pantalla
táctil al lado nos esperaba. En esa pantalla pudimos hacer efectiva
nuestra reserva y tras soltar los bártulos en la habitación y colocar
las motos en el parking, nos dirigimos a una máquina expendedora del
propio hotel para poder llevarnos algo a la boca … Con esta cena y todo
el cansancio del mundo encima, nos fuimos a la cama. Cansados, pero
pensando en lo que nos esperaría al día siguiente …
Como
resumen, otro día de autovía, que se vió complicado por los numerosos
atascos que nos fuimos encontrando, retrasando así nuestra llegada al
destino y provocando más cansancio y menos tiempo de descanso. Pero tras
dos días agotadores, nos encontrábamos llenos de ilusión y ganas ya que
al día siguiente empezaba de VERDAD lo que era nuestro viaje: la RUTA
ALPENMASTERS.
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DÍA 3
Crónica del día 3: Albertville – Interlaken. Domingo 14 de Agosto.
Pronto,
muy pronto sonó el despertador … Eran las 7:00 de la mañana cuando ya
nos estábamos levantando. La ruta para hoy era relativamente corta, unos
250 km, pero no teníamos hotel reservado en el destino y queríamos
llegar pronto para poder encontrar hotel y no llevarnos ninguna
sorpresa.
Así que con esa intención empezó el día. Tras recoger la habitación y cargar las motos, a las 8 estábamos en marcha.
Nada
más empezar la ruta, una ligera y suave lluvia nos dío la bienvenida y
nos avisó de que estábamos en territorio hostil y que en cualquier
momento podía empezar a llover. Solo fue un aviso, ya que al momento
paró, pero el cielo estaba encapotado y la amenaza de seguir lloviendo
era latente …
Tras unos primeros kilómetros por
autovía, llegamos a Albertville y es aquí donde cogemos ya dirección a
Chamonix – MontBlanc a través de nacionales. Nacionales con unas curvas
muy apetecibles y que cogimos con bastantes ganas (imagino que los 1800
km de autovía en línea recta, también influyen ...).
Con
un ritmo constante vamos avanzando y vamos descubriendo el mundo en el
que nos estamos adentrando lleno de paisajes idílicos con preciosos
valles y montañas al fondo … Obviamente, todo esto acompañado siempre de
una carretera serpenteante de curvas de media velocidad que hacían el
uso de la moto un auténtico disfrute.
Con este panorama
vamos avanzando y cruzando pequeños pueblecitos hasta que nos
encontramos con una mole de piedra enfrente nuestra … Recordé entonces
las palabras del amigo y compañero ErMelli: “según te vayas acercando a Chamonix, te encontraras de repente una cosa gigantesca blanca enfrente”…
Por culpa de las nubes no se veía apenas ninguna parte en blanco, pero
estaba claro que teníamos justo delante la meca del alpinismo: el MontBlanc.
Con
esta panorámica, continuamos los pocos kilómetros que nos quedaban
hasta Chamonix, pero justo entonces, empezó a llover y no como al
principio de la mañana … Sin saber cuantos km quedaban exactamente hasta
Chamonix, empecé a apretar un poco, temiendo por nuestras alforjas y
vestiduras, ya que no llevábamos puestos las fundas ni monos para la
lluvia. Por suerte, pronto llegamos a Chamonix y aparcamos las motos
bajo un pequeño techado en la plaza principal. Momento que aprovechamos
para proteger las alforjas y para disfrutar de un desayuno francés.
Tras
coger fuerzas, volvimos a emprender la marcha con dirección a Martigny.
Por el camino pasaríamos los dos primeros Col´s y terminaríamos
cruzando la frontera con Suiza antes de llegar a nuestro destino. Así
que dicho y hecho, arrancamos las motos y nos pusimos en marcha. La
lluvia seguía presente, pero ya de forma más suave e incluso con
momentos de descansos. Poco a poco se iba notando como la carretera se
iba empinando y las curvas eran cada vez estaban más próximas unas de
otras.
Tuvimos que pasar por el cartel del Col des Montests (1461 m)
sin darnos cuentas, ya que no lo llegamos a ver. Sin parar, seguíamos
haciendo km y curvas. Entre dichas curvas, empezamos a trazar lo que
serían nuestras primeras “tornantis”. Siempre es una sensación rara pero
ilusionante el hecho de trazar curvas tan cerradas e inhabituales en
España como esas. Así que curva tras curva, al final llegamos al Col de la Forclaz (1565 m). Paradita para la foto con el cartel, y continuamos …
La
bajada hacia Martigny me pareció mejor que la subida, tanto por las
curvas como por el estado del asfalto. A mitad de la bajada nos
encontramos con un mirador del tremendo valle que teníamos a nuestros
pies con Martigny de protagonista. Paradita para fotografía y charla con
un matrimonio e hijos españoles que estaban por la zona de turismo.
Continuamos bajando y en mitad del descenso nos encontramos con la aduana.
Ligera
miradita del personal de la garita y señal de que podíamos continuar
hacia delante. Una vez ya abajo en Martigny, tras una ligera confusión,
cogimos el camino correcto hacia nuestro siguiente destino: Aigle.
Aquí
nos pusimos a rueda de otra pareja de moteros, que a buen ritmo iban
disfrutando del paisaje como nosotros. Según avanzábamos hacia el norte,
íbamos dejando atrás ese cielo nublado y amenazante que hasta entonces
habíamos tenido sobre nuestras cabezas.
Una vez ya en
Aigle, el cielo era azul y los rayos del sol entraban por la visera
reflejándose en el asfalto húmedo que teníamos a nuestros pies.
Desde
aquí, emprendimos la subida por una carretera que llevaba a un grupo de
Col´s. Nosotros cogimos dirección a lo que sería nuestro siguiente Col:
Col du Pillón (1546 m).
Carretera estrecha, asfalto parcheado y muchísimo ciclista, pero poco a
poco fuimos subiendo y disfrutando de las vistas (ya que de la carretera
era imposible) hasta llegar arriba. Una vez arriba, foto de rigor y
vuelta a bajar …
La bajada nada que ver con la subida. Mucho más amable en sus trazadas y el asfalto mucho mejor.
Al
llegar a otro valle, Lolo me comenta que va en reserva y que en cuanto
vea una gasolinera, se pararía. Dicho y hecho … estamos justo enfrente
de lo que sería nuestra primera gasolinera suiza y en la que
“perderíamos” cerca de 1 hora, pero que nos enseñó a como hay que
repostar en Suiza.
Yo
ya había leído (y mucho, aunque se ve que no lo suficiente …) que las
gasolineras españolas comparadas con las suizas eran hoteles de 5
estrellas. Totalmente cierto. Esto se debe a que las gasolineras suizas
son totalmente automáticas. El 90% no tienen ningún tipo de personal y
eres tú el que te las tienes que entender con la maquinita para que te
abra el grifo. Pues bien, Lolo no empezó bien su relación con estas
“maquinitas” ya que tras meterle el billete de 20 francos suizos y coger
la manguera para ponerse a repostar, la “maquinita” dijo que nanai …
Tras ver que no caía ni gota, Lolo se acercó a ver a la “maquinita” y
leyó estupefacto la frase de “Time out”. No hubo forma de que cayera
gota alguna de gasolina. Tras mucho leer las poquísimas indicaciones
que allí había y tras no querer probar con otros 20 francos, tuvimos la
suerte de que una pareja motera suiza pasó por allí y nos explicaron y
ayudaron muy amablemente. Os explicaré el sencillo secreto por si alguna
vez os encontrais a una “maquinita” tan revoltosa como esa … El secreto
está en meterle el dinero, indicarle el surtidor (manguera) por la que
vas a echar y descolgar y servirte. ¿Facil, verdad? Pues a mí me dio la
risa floja cuando me ví en aquella situación, sin apenas gasofa, en un
surtidor en mitad de un valle y que apenas pasaba gente …
Tras
esta anécdota, continuamos nuestra ruta por una fantástica carretera de
curvas. Llaneando y disfrutando del solecito y las vistas. Con este
panorama llegamos a Interlaken cerca de las 16:00, sin haber parado para
almorzar y con la intención de buscar hotel.
Tras
encontrar hotel y repetir la operación de todos los días (desmontaje,
aseo diario y vestirse de ciudadano de a pié), decidimos dar un paseo
por los alrededores y comprobar que Interlaken es una especie de Puerto
Banus (en todos los aspectos), ya que se encuentra rodeada por los dos
lagos más grandes de Suiza que se forman debido al agua que filtran los
tremendos glaciales de las montañas de alrededor. Solamente comentar
que aquello es “algo” más que precioso …
Imaginaros un
pueblo totalmente civilizado, sin pasos de peatones ya que la gente
cruzaba por donde quería y los coches se paraban (esto fue bastante
común en toda Suiza), las calles estrictamente pulcras, esos edificios y
casas acompañados de montañas alrededor en los 360º, y todo esto,
rodeado a lado y lado por dos tremendos lagos. De ensueño …
La
pega, que cuando fuimos a cenar, pudimos comprobar que el nivel
económico de Suiza no es el de España. Los menús que en España valen
8-12 €, allí el rango eran 25-40 €. Obviamente, con nuestros sueldos
españoles no podríamos vivir allí. Pero si a la viceversa.
Resumen,
día cortito de km en el que hemos podido empezar a disfrutar del
fantástico mundo y vistas que nos quedan por recorrer. Día esperado, que
en lo personal, no ha defraudado para nada …
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DÍA 4
Crónica del día 4: Interlaken – Davos. Lunes 15 de Agosto.
Unos
420 km y un tiempo estimado de 7 horas encima de la moto es lo que nos
espera hoy. Son las 6:30 de la mañana, y ha estado toda la noche
lloviendo a como si no hubiera un mañana … Tenemos que vestirnos e ir a
sacar las motos de un parking en el que las habíamos dejado antes de las
7, o nos sablarían 17 francos por cada una …
Tras sacar las motos, las dejamos en la puerta del hotel y subimos a desayunar. Hoy es cuando hacemos la ruta del 9.
Esta ruta es una famosa y fantástica ruta suiza que transcurre formando
nudo gordiano de puertos inimaginables alrededor de Andermatt. Por eso,
decidimos coger fuerzas al ver el día que nos esperaba.
Tras
desayunar, volvimos a cargar las motos. Todo esto, sin dejar de llover
en ningún momento, por lo que ya íbamos equipados y preparados para
soportar el agua que hiciese falta …… y así fue, ya que aguantamos, y
mucha …
Sobre las 8 estábamos andando y con dirección a Brienz e Innertkirche. Poblaciones de paso antes de emprender la subida al Grimsel Pass (2165 m). Este sería nuestro primer puerto del día y por el que, volveríamos a pasar a lo largo del día formando así la ruta del 9.
Cuando
veais el video, quizás os parezcan excesivas mis palabras, ya que no se
aprecia exactamente la cantidad de agua que caía, pero creedme cuando
os digo que nos estaba cayendo un diluvio encima. Ante esto, solo tengo
que decir, que si ese diluvio me llega a caer en España con sus
carreteras y al ser la primera vez que iba a conducir una moto con tal
cantidad de agua, me hubiera parado y hubiera esperado a que escampase.
Pero esto allí no fue así. Simplemente continuamos nuestra ruta, como si
tal cosa. La carretera, aunque mojada, no llevaba ríos de agua y en
todo momento daba sensación de seguridad. Obviamente, los neumáticos
nuevos puestos antes de salir de Málaga ayudaban. Pero ya os digo, una
carretera increíble. Yo la llegué a comparar con el asfalto de Jerez.
Pues con la lluvia, fuimos subiendo por el Grimsel Pass, disfrutando de su fantástica carretera y trazada.
Todo
esto, envueltos en una niebla que por momentos impedía ver más allá de
5-10 metros. Pero aún así, llegamos arriba y el ritual de la foto.
Nada más emprender la bajada por la cara este de esta mole montañosa, el sol empezaba a asomar sus primeros destellos.
Fuimos
bajando hasta llegar al cruce que nos llevaría a Ulrichen, localidad
donde Lolo me avisó de que se había colado agua en los plásticos de la
alforja. Paramos para quitar la bolsa de agua en las alforjas (tanto en
la suya como en la mía).
Tras
este receso, emprendimos la subida hacia el[i] Nufenen Pass (2478
m)[/i]. Subida bastante rápida, sin lluvia y con el asfalto secándose a
una velocidad de vértigo. Sin lluvia, pero la niebla seguía latente e
impedía poder vislumbrar las maravillosas vistas que seguro que existen.
Este puerto, personalmente, me gustó bastante, ya que tenía curvas de
todo tipo: rápidas, medias y “tornantis”. Una vez arriba, fotito y a
bajar dirección Airolo.
En la bajada la niebla
desapareció y el sol hizo acto de presencia. Prácticamente fue el único
rato que lo vimos hasta el tramo final de la etapa, pero si hubiera
tenido que elegir el rato de sol que quería, hubiera sido este. ¿El
porqué? Muy sencillo. Ibamos a subir el mítico Passo del San Gottardo (2108 m)
y, personalmente, me hacía bastante ilusión subirlo por la “vía
trémola”. ¿Qué es eso? Pues es la antigua subida que existía de este
puerto. Tiene la característica que aún conserva su empedrado de
adoquines original (restaurado por zonas) y ver la preciosidad de la
carretera llena de adoquines como serpentea según vas subiendo … no
tiene precio. Eso sí, la conducción, y con una R, no es lo más
agradable, pero merece y mucho la pena. ¿Entendeis ahora el porqué
quería que hiciese sol en este tramo, verdad?
Pues una vez arriba, otra vez nos dio la bienvenida la niebla y ya nos acompañó hasta nuestra entrada en Andermatt.
Aquí empezamos oficiosamente la ruta del 9, y la empezamos poniendo dirección a Standel para subir después el Susten Pass (2224 m).
Como
digo, desde Andermatt la lluvia volvió a ser nuestra compañera de
viaje, pero aún no impidió que disfrutásemos de las vistas y de la
subida al Susten Pass. Para mí,
uno de los dos mejores puertos que hemos subido. Como veréis en las
fotos, a mitad de subida decidimos pararnos para poder disfrutar de esos
tremendos glaciares que teníamos delante y poder saborear todo eso que
nos rodeaba.
Una vez arriba, foto y emprendemos la bajada.
Y
menuda bajada !! Si la subida fue espectacular respecto a paisaje, la
bajada no fue menos. Una bajada bastante larga, de unos 40-50 km por lo
menos, que discurría por todo tipo de paisaje: desde lo más alto y
solitario en cuanto a vegetación, a pasar por medio de una arboleda
verde intenso con un increíble olor a aire puro, que daban ganas de
bajarse de la moto directamente y quedarse allí. Obviamente, todo esto
que os relato, iba acompañado de su fantástico asfalto (que seguía sin
inmutarse por la lluvia) y por su trazada llena de curvas medias y
“tornantis”. Al final del puerto, me resultó agotador, tantos km
soportando el peso en las muñecas … pero ya se sabe, “sarna con gusto
…”.
Una vez abajo, volvíamos a estar como al principio
del día. Estabamos en Innertkirchen y justo delante teníamos, de nuevo,
la subida al Grimsel Pass (2165 m).
Ahora la lluvia y la niebla habían hecho un receso y teníamos que
aprovecharlo. Esas curvas, “conociéndolas” algo más y con un asfalto a
medio camino entre lo seco y lo húmedo, no se tiene todos los días. Eso
sí, la precaución siempre por delante.
Pues dicho y
hecho, no hubo más que empezar a subir y a disfrutar. Ya arriba, paramos
para descansar algo, ya que llevábamos unos 100 km de curvas sin parar.
Aquí Lolo no pudo aguantarse más ...
Como
anécdota, comentar que llegamos arriba sin niebla ni lluvia, y que en
los 5 minutos que estuvimos allí charlando con otro matrimonio español
que nos encontramos, se nos echó encima una niebla bastante cerrada. Y
claro, viendo el panorama, nos pusimos los cascos y a bajar de nuevo el Grimsel Pass para luego, nada más bajar, empezar con la subida al Furka Pass (2431 m).
Y así fue. La subida al Furka Pass
no es muy larga, pero está recién asfaltada y ensanchada, por lo que el
disfrute ,con el sol dando en la visera del casco, fue máximo.
Una vez arriba, la típica foto y emprendimos la bajada.
Otra bajada bastante larga, pero esta no tan disfrutada como la del Susten Pass.
Aquí la bajada era con niebla, un asfalto bastante bastante estrecho y
parcheado, sin quitamiedos ni mamelucos y muchos ciclistas subiendo.
Cuando llegamos a Andermatt y nos sentamos en un restaurante a almorzar,
no me lo podía creer. Estaba agotado, ya que habían sido muchos los km
de curvas y de emociones y sensaciones y necesitaba una pausa para poder
ordenar todas esas cosas en mi mente.
Tras almorzar y descansar, al cuerpo no le apetecía, pero debíamos continuar, ya que nos faltaba el Oberalp Pass (2044 m) para completar la ruta del 9.
Este
puerto nos esperaba y su comienzo estaba en la misma puerta del
restaurante, así que no tardamos mucho en empezar a estar de nuevo en
faena. Un puerto con una trazada muy bonita en su primera parte inicial,
combinando “tornantis” amplias y peraltadas. La segunda parte del
puerto, era de trazada rápida hasta su coronación. Foto de rigor y
vuelta a bajar.
Mientras
echábamos las fotos, pasó por allí una pareja de moteros españoles, que
iba como galgos. Pararon para echar la foto al cartel del puerto desde
encima de la foto y desde ahí mismo fue donde cruzamos cuatro palabras.
La
bajada de este puerto fue bastante suave, y prácticamente se iba
intercalando con pequeños valles. Desde aquí hasta nuestra llegada a
Davos, iríamos por valles y por carretera muy agradable. Llaneando y con
curvas de media velocidad que permitían mantener una buena velocidad
media.
Cuando llegamos a Davos, el GPS de Lolo nos
engañó por un momento, pero rápidamente nos llevó a la puerta del hotel.
Una vez allí y tras quitar las alforjas de las motos, pudimos ver que
la ropa de Lolo se había mojado prácticamente toda, por lo que le tocó
estar secándola. La mía que iba metida en bolsas de plástico, por suerte
aguantó.
La anécdota del día es que a las 21, cuando
decidimos ir a cenar algo, y tras pasearnos por todo el pueblo, pudimos
comprobar las costumbres europeas de cenar pronto. No había ningún
bar/restaurante donde poder llevarse algo a la boca. Ni si quiera había
nadie por las calles. Sinceramente, me daba la impresión de que nos
miraban los suizos como auténticos locos desde sus casas. Y no mejoraría
nuestra imagen, cuando tuvimos que recurrir a una máquina expendedora
que encontramos en la estación de tren.
Como resumen,
ha sido un día de muchas emociones y sensaciones. La ruta del 9 tiene la
fama que se merece y se la recomiendo a todo aquel que pase cerca de
aquellas carreteras. Nos había llovido mucho y seguro que ha sido
bastante lo que hemos dejado de ver por tanta niebla. Lo único que pedía
era que, al menos, el día siguiente no fuese igual.
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Crónica del día 5: Davos – Verbania. 16 de Agosto.
Hoy es el gran día en el que pasaremos por el Passo del Stelvio (2760 m).
Una ruta de unos 450 km. Con esa ilusión pegamos un salto de la cama a
las 7:30. El desayuno de hoy fue en el Hotel Rústico, muy recomendable
ya que resultó ser muy acogedor, amables y el desayuno el mejor de
toda la ruta. Unos riquísimos croissant y un pan artesanal, que estaban
de escándalo !!
Tras
coger fuerza, al salir a la calle para cargar las motos comprobamos el
estupendo día que hace. Prácticamente sin nubes y un cielo azul y un
sol radiante nos esperaba. Nada que ver con el día anterior. Parece ser
que mi petición se iba a cumplir …
Tras cargar las motos, nuestro primer objetivo es el Flüela Pass (2385 m).
Así que para las 8:30 estábamos en marcha. En seguida empezamos a
subir. Es un puerto de curvas amplias y rápidas, menos en la parte final
que tenía algunas “tornantis”. Había zonas en las que daba la sombra y
en otras que estaba el sol de frente. Así que con cuidado fuimos
avanzando y disfrutando de la carretera y de su magnífico asfalto. Una
vez arriba, fotito.
Eran las 9:15 y ya habíamos hecho cima en un puerto. No quedaba más que seguir avanzando. El siguiente era el Ofen Pass (2149 m).
Otro magnífico puerto. Ya veníamos disfrutando de la bajada del
anterior cuando nada más bajarlo, ya empezamos a subir. Si el anterior
era rápido, este lo era más. En su mayoría tiene curvas y rápidas
rectas con las que se pueden mantener una velocidad media alta. Hay unas
pocas curvas más cerradas que obligan a reducir la velocidad, pero no
mucho. La carretera transcurre por un bosque inusual que provoca un
fantástico paisaje de esta región. Una vez arriba, foto junto con el
cartel.
Pudimos
ver el tremendo valle que quedaba a nuestros pies y al que nos
disponíamos a bajar: el Prato allo Stelvio. Tras ese valle, unas
gigantescas moles montañosas nos esperaban, entre ellos, el Passo del Stelvio (2760 m). Ese era nuestro siguiente objetivo.
Fuimos
disfrutando de la bajada y posteriormente de esos fantásticos prados
verdes que nos rodeaban. Heidi y su abuelo, posiblemente viviesen por
aquí cerca, jeje… Pero rápidamente entramos nuevamente en acción. Un
cartel nos avisa, Stelvio a la derecha. Pues allí que vamos !!
Una
carretera bastante estrecha y llena de ciclistas y una serie de
“tornantis” consecutivas nos esperan. Tras unos cuantos km así, la
carretera deja de serpentear y se convierte por unos km en una pista de
tierra sin asfaltar. Cuando me ví en mitad de ese carril con la R, me
quedé a cuadros … Pero si los ciclistas con sus carísimas bicicletas de
carrera se metían, yo no iba a ser menos. Tras pasar por este trance,
la carretera volvió en sí y continuamos subiendo hasta que nos
encontramos con un cartel que nos ponía que habíamos hecho cima en el Umbrail (2503 m).
Todo
esto era Suiza, pero 50 metros más adelante, cruzábamos la frontera y
entraríamos en Italia (por cierto, es la frontera más penosa y sin
ningún tipo de control que nos hemos encontrado).
Al
continuar subiendo, llegamos a un cruce donde nos incorporábamos a una
nueva carretera, era la que subía de Bormio al Stelvio. Obviamente la
cogimos y tras unas 10 tornantis llegamos arriba.
Nada
más llegar, lo primero que me sorprendió es el tremendo ambiente que
hay … Aquello parecía la calle Larios de Málaga. Gente por todos lados.
En los puestos de venta, a lado y lado de la carretera, motos, coches,
quads, ciclistas, caravanas … Todo estaba a reventar. Lo primero que
hicimos fue aparcar las motos y echarnos unas fotos junto al cartel.
Este
puerto era el causante y el que había provocado que hubiéramos hecho
este viaje, y aquí estábamos, en medio de esta cadena montañosa, a 2760 m
y rodeados de una marabunta de gente que jamás hubiera pensado
encontrarme aquí arriba (y más tras haber pasado ya por unos pocos de
puertos y no haber visto nada parecido …). Tras las fotos, buscamos un
mejor lugar donde colocarnos nosotros y las motos y decidimos quedarnos
allí un buen rato. Queríamos disfrutar de aquellas vistas, de aquella
sensación y de aquel ambiente. Aprovechamos para comprar algunos
pequeños detallitos para nuestra gente y para cumplir uno de los ritos,
comerse un perrito caliente de alguno de los tres puestos que allí
había y que estaban a reventar.
Tras nuestro momento, decidimos bajar las 48 “tornantis” míticas de este puerto.
Así
que manos a la obra … Una, dos, tres … la virgen, la carretera es
estrechísima y ninguna de las anteriores “tornantis” que hubiéramos
trazado tenía nada que ver con estas. El asfalto está parcheado, la
carretera es estrecha y hay un tráfico intenso para lo que debería haber
(y más teniendo en cuenta que es una montaña, y que arriba no
regalaban nada, jejeje ). Continuamos bajando, veintitrés,
veinticuatro, veinticinco … Dios, esto resulta agotador y estresante.
No permite ni un segundo de despiste ni de relax para poder disfrutar
de las vistas. Seguimos, treinta y nuevo, cuarenta, cuarenta y uno,
cuarenta y dos … ya estamos llegando y eso se nota en la carretera. En
el tramo final de bajada (o inicial de subida) la carretera se ensancha
y el asfalto se convierte en un buen asfalto sin parche alguno. Y
finalmente llegamos a bajo. Lo conseguimos !!
Y ahora?
Nuestro siguiente punto? Bormio … ¿y para dónde queda eso, Lolo?
¿dónde marca el GPS? “Pues dice que hay que volver a subir, y bajar por
la otra cara del puerto.”, pues nada, si la tecnología y los satélites
lo dicen, no le vamos a desobedecer … Así que casco, guantes y motor
en marcha, que volvemos a subir esas 48 “tornantis”. Aquí no voy a
decir nada más, solo os hago referencia al video del día 5, 2ª parte.
Una
vez arriba, no nos volvimos a parar, pero aquello seguía lleno de
gente. Nosotros continuamos hacia nuestro objetivo: Bormio. Empezamos a
bajar la otra cara del Stelvio. He de decir, que esta cara que termina
en Bormio es mucho más agradable y de mayor disfrute. Está llena de
“tornantis” igualmente, pero la carretera está en perfectísimas
condiciones, con un buenísimo asfalto y una amplitud totalmente
decente.
Al ritmo de 2 BMW R1200 GS íbamos bajando
hasta que llegamos a un túnel excavado en la piedra en el que había
retención. La retención era una caravana que no podía continuar. Dado
que aquello iba para largo, nos bajamos de la moto, con la mala suerte
de que a Lolo le resvaló la patilla y se plegó y se caió a cámara
lenta, terminándose de apoyar contra uno de los coches. El coche, al
sentir el golpe una señora italiana con los pelos a lo afro, salió del
coche gritando en italiano. El pobre de Lolo intentó explicarle lo
ocurrido pero la mujer no entraba en razones. El marido de ésta al ver
que al coche no le pasó nada, se volvió a meter en el coche y Lolo dejó
a la mujer con su histeria y vino a ayudarme a levantar su moto. Tras
poner la moto de pie, pudimos comprobar que la mujer seguía con sus
gritos en mitad del túnel, jajaja. Imaginaros la situación, un túnel de
unos 3 metros de ancho excavado en la piedra, sin iluminación
artificial ni natural (solo la de los vehículos) y la tía correteando
por ahí gritando. Yo, tras ver que Lolo estaba bien y que la moto
también, estuve descojonándome hasta que pudimos salir del túnel.
Imagino que los de la BMW que venían detrás les pasaría igual al ver
toda la situación, jejeje
Tras este percance,
continuamos bajando disfrutando de las vistas y recuperándonos del
susto. Nuestro siguiente objetivo era Livigno, una especie de Andorra,
en el que aprovecharíamos para llenar tanques a 1 € el litro de gasofa.
Tras pasar por Livigno continuamos y empezamos a encadenar puertos de montaña. El siguiente era el Passo del Bernina (2328 m). Puerto de montaña algo descafeinado en su subida, la verdad …
Pero
una vez arriba un tremendo glaciar nos recibió. La verdad, que ver
algo semejante tan grande justo delante de ti, me impactó. Me resultó
de gran belleza el ver ese glaciar y como se reflejaban los rayos de
sol en él.
La bajada de este puerto si que estuvo más animada por alguna que otra “tornanti”.
El siguiente, era el Julier Pass (2284 m).
Puerto bastante rápido, con curvas entrelazadas muy divertidas. La
bajada fue mucho mejor aún. Amplias y peraltadas “tornantis” que
permitían el pleno disfrute.
A
partir de aquí, era cuestión de ir pasando pueblos por una carretera
nacional tremendamente divertida y bien asfaltada. Así hasta que
llegamos al Passo del Bernardino (2065 m).
Puerto bastante divertido por su combinación de “tornantis” y curvas
medias. Arriba había un precioso lago, pero estaba todo a la sombra y
hacía un fresquito ahí arriba que no invitaba a quedarse mucho tiempo.
La
bajada fue bastante bastante larga, aunque bastante bonita y con una
trazada envidiable. Una vez abajo aún nos quedaban bastantes km hasta
llegar a nuestro hotel en Verbania. Así que sin mucha pausa fuimos
tirando hasta que empezamos a ver el Lago Maggiore
y empezamos a bordearlo a través de una carretera de curvitas muy
buena y que, lamentable tras la paliza que llevaba ya encima, no pude
disfrutar todo lo que me hubiese gustado :roll: .
La llegada al hotel fue cerca de las 20:00 y tras descargar y asearnos, decidimos salir a cenar algo al lado del lago.
Os dejo con los enlaces de los videos:
Arriba en el Stelvio:
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DIA 6
Crónica del día 6: Verbania – Aosta. 17 de Agosto
Etapa
de unos 350 km y una duración de unas 6 horas encima de la moto. Ese
es el menú “moteril” que teníamos para ese día. Este día fue el que más
tarde nos levantamos. A las 8 sonó el despertador y tras cargar las
motos, para las 9:10 estábamos en marcha.
La
ruta de ese día era una ruta de enlace y que nos llevaría de Italia a
Suiza y, tras despedirnos de Suiza, nuevamente a Italia. Aún así, para
este día teníamos dos puertos. Antes de dejar Verbania, paramos a echar
unas imagenes del Lago Maggiore.
Nuestro
primer objetivo era Domodossola, localidad italiana en la que
aprovecharíamos para parar a desayunar y poder degustar un auténtico
capuchino italiano. La verdad que el capuchino que tomamos ese día, ha
sido el mejor capuchino que he tomado nunca. Café y auténtica espuma de
leche con su toque de cacao espolvoreado por encima. Todo esto
acompañado de un croissant.
Después de coger fuerza, solo nos quedaba seguir la carretera y empezar a subir el Simplon Pass (2005 m).
Como su nombre indica, es “simplón”. Este puerto poca cosa tiene y
quitando un par de “tornantis”, el resto es carretera llena de amplias
rectas e insinuaciones de curvas mientras asciendes. En la cima el
paisaje resultó bonito al tener un glaciar bastante cerca y con ese día
tan soleado del que pudimos disfrutar.
La bajada resultó más de lo mismo, quitando algunas curvas, el resto eran rectas y “curvas” muy muy rápidas.
Al
llegar a bajo de este puerto, estábamos a los pies de la montaña y
justo donde comenzaba un tremendo valle de unos 80 km de longitud y
rodeado a lado y lado de montañas. Estábamos en la ciudad de Brig,
importante ciudad de este valle, ya que es el comienzo de bastantes
carreteras que llevan a importantes Pass: Grimsel Pass, Furka Pass, Simplon Pass y Nufenen Pass. Como veis, sería una buena ciudad donde poder escaparse para marcarse una rutita.
Desde
aquí cogimos la carretera que nos llevaría de extremo a extremo del
valle: de Brig a Martigny. Si, Martigny, es la misma ciudad del día 3.
En esta ocasión, nos detendríamos más en Martigny, ya que aprovechamos
para almorzar allí y reponer fuerzas justo antes de subir el
Col du Grand Saint-Bernard (2473 m). Aquí unas vistas desde Martigny.
El Col du Grand Saint-Bernard,
precioso puerto, tanto en su ascensión como una vez ya arriba. Su
subida podréis ver parte en el video, pero es la parte final, que está
llena de “tornantis” muy juguetonas y divertidas. La parte anterior (que
me falló la cámara y no me grabó) es una carretera de curvas
entrelazadas de media velocidad en el que si no tienes tráfico delante,
te diviertes bastante. Además, es un puerto largo, de unos 30-40 km.
Nosotros
subimos por la parte suiza, y bajaríamos por la italiana. Aquí nos
despediríamos ya de Suiza, pero es un “hasta pronto” …
La
bajada, es parte italiana como digo, y también es bastante divertida y
con mejor asfalto aún si cabe. El problema es que es muy prolongada,
bastante, mucho … yo diría que demasiado, jejeje. O eso, o es que el
cansancio hacía que los km pasasen despacito y no avanzásemos.
La
bajada de este puerto termina en Aosta, nuestra ciudad dormitorio para
este día. Aquí Lolo se marcó la coña de la ruta, parándose donde pudo
para poner el GPS para que nos llevase al hotel, y justo cuando se baja
de la moto y mira atrás, se da cuenta de que tenemos el hotel a
nuestra espalda, jejeje.
Este
día llegamos pronto, y tras descargar y ponernos guapos, decidimos
salir a dar una vuelta por la ciudad, hacer algo de turismo y pegarnos
un homenaje gastronómico, que ya nos lo merecíamos (tanta máquina
expendedora … jejeje).
Os pongo el enlace al video:
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Crónica del día 7: Aosta – Vars. 18 de Agosto.
6
horas y unos 300 km era lo que hoy nos esperaba. Para ello, nos
levantamos a las 7:30. Hoy sería el penúltimo día por la zona alpina y
pasaríamos unos 5-6 Cols, por lo que habría que seguir disfrutando a
tope de todo.
Nada más salir, arrancar nuestro primer objetivo es el Col du Petit Saint-Bernard (2188 m).
Tras
unos 30 minutos en marcha y justo antes de empezar a subir el Col,
decidimos parar a desayunar con unas vistas fantásticas. Teníamos de
fondo el MontBlanc, y hoy si que era visible. Hoy no había nubes que lo cubriesen.
Tras desayunar, arrancamos nuevamente y tras unos pocos km empezamos a subir el Col du Petit Saint-Bernard (2188 m).
La parte inicial fue impactante. Con un día tremendamente soleado y
con las vistas del MontBlanc. Realmente precioso poder disfrutar de
este entorno y climatología mientras se iban trazando las “tornantis”
(ya resultaban familiares y todo).
Tras
dejar todos los coches que nos íbamos encontrando atrás, llegamos a
una “tornanti” a derechas en la cual Lolo la traza demasiado cerrado y
termina metiéndose la rueda delantera en un bache (que si no llega a
estar, no hubiera pasado nada) y debido al peralte de la curva, cuando
puso pié en suelo, la inclinación de la moto era demasiada como para
poder recuperarla. Yo que iba justo detrás, paré en seguida, y otros 3
moteros que bajaban también pararón. Resultaron ser españoles (de los
primeros españoles con los que nos cruzábamos). Ya nos ayudaron a
levantar la moto y comprobar que piloto y máquina estaban en perfectas
condiciones. Otra anécdota más para contar. Desde aquí, un saludo.
Tras
este percance, continuamos subiendo, con un ritmo relajado y sin
presiones. Era un puerto largo y pudimos disfrutar de paisajes y vistas
increíbles. Una vez arriba, el ritual de la foto.
Tras
la foto, empezamos la bajada. Y menuda bajada, resultó agotadora ya
que parecía infinita. Si la ascensión había sido larga, la bajada lo
era aún más. A ritmo fuimos bajándola y disfrutando.
Una vez ya abajo, nuestro siguiente punto era el Val D´Isere. Aquí enganchamos la carretera que forma la Route des Grandes Alpes. Una ruta preestablecida y que pasa por muchos de los Cols alpinos franceses.
La
carretera discurría por pueblecitos muy bonitos y, poco a poco, iba
bordeando las montañas con ligeras subidas y bajadas. Así hasta que
llegamos a empezar a subir el Col De L´Iseran (2769 m).
Puerto bastante alto, pero con una ascensión suave y muy llevadera con
mucha variedad de curvas. Según íbamos subiendo, se podía ver el valle
por el que habíamos pasado momentos antes con su verde intenso y todos
sus pueblecitos. Imagen impresionante.Una vez arriba, imagen y vuelta a
bajar.
Otra
bajada bastante larga (o sería ya el cansancio acumulado que provocaba
esta sensación), pero preciosa. Poder verte rodeado de montañas y tu
sobre tu moto el ir sorteándolas y sobrepasándolas, resultaba increíble.
Tras llegar a bajo volvíamos a circular por otro valle lleno de pueblecitos. Así hasta que empezamos a subir hacia el Col de Galibier (2556 m).
Empezamos a subir y la carretera era un auténtico disfrute. Asfalto
buenísimo con una trazada preciosa: “tornantis” combinadas con curvas de
media velocidad que te hacían pensar en poder despegar en cualquier
momento. “A mitad de camino”, nos encontramos con el Col du Telegraphe (1566 m). Momento que aprovechamos para la fotografía y descansar unos momentos.
Aquí decidimos seguir subiendo hasta el
Col de Galibier (2556 m).
Aquí la carretera se convirtió en normal hasta que a pocos km antes de
coronar se volvió a transformar en una carretera llena de “tornantis” y
curvas que te invitaban a disfrutar. Es más, a falta de 3 ó 4 curvas,
había un tio esperando a los motoristas, en una “tornanti” no muy
cerrada, para aprovechar y sacar imágenes. Una vez arriba, había un
tremendo cartel y puesto donde podías ver las imágenes o te indicaban la
URL para poder verlas por internet.
El
caso es que una vez arriba, tras echar las fotos de rigor y a las
panorámicas que esas vistas ofrecía, decidimos parar a almorzar allí
arriba. Y como estábamos en Francia, que mejor que probar una auténtica
tortilla francesa.
Mientras
comíamos, tuvimos ocasión de charlar con un gallego afincado en
Ginebra (Suiza) que estaba allí de paseo con su Daytona 675.
Tras la amigable charla y reponer fuerzas, empezamos la bajada hasta el Col du Lautaret (2058 m).
Foto y a continuar bajando.
Así hasta que llegamos a Briançon. Aquí cogimos ya dirección al Col D´Izoard (2360 m).
Nada más empezar, se podía palpar que este Col era grande, muy grande …
y no me refiero a su altitud. Fue una subida realmente emocionante y
llena de sensaciones. Este Col ofrece una subida rapidísima con curvas
medias y “tornantis” peraltadas y diseñadas para el disfrute. Parecía un
circuito. Lo disfruté muchísimo y, he de decir que, para mí fue el
mejor puerto (a nivel de disfrute motero) de toda la ruta.Una vez
arriba, fotos y descansito para estirar piernas y coger algo de aire y
ordenar la mente.
Tras
esto, eran ya las 18:00 y empezamos a bajar. La bajada hacia
Guillestre es más espectacular a nivel de paisajes, por lo que
decidimos pararnos a echar unas fotos a este paisaje que parecía casi
lunar.
Continuamos
bajando y pudiendo disfrutar de una carretera que a su lateral tenía
un cañón con un rio al fondo del mismo. Fueron unos bonitos km finales
de ruta que hicimos tranquilos, permitiendo disfrutarlos y reflexionar
sobre la etapa de hoy.
Una vez en Guillestre, nuestro objetivo era Vars, por lo que tuvimos que empezar subir el
Col de Vars (2108 m), ya que el lugar que habíamos cogido para pernoctar estaba a mitad de camino del Col.
Os dejo con el video:
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Crónica del día 8: Vars - Montpellier. 19 de Agosto.
La
calzada más alta de Europa, por ahí pasaremos hoy. Ese fue uno de los
primeros pensamientos que tuve cuando a eso de las 7:30 sonó el
despertador. Otro de mis pensamientos era ese punto nostálgico de dejar
atrás en el día de hoy los Alpes, ya que hoy terminaríamos en
Montpellier y ya de camino a casa por autovía.
Tras
bajar a desayunar y ponernos hasta arriba de croissant franceses, nos
pusimos el traje de batalla otro día más y cargamos las motos.
Hoy nuestro arranque de ruta se producía con otro día soleado y a media ascensión del Col de Vars (2108 m).
Por lo que poco (nada) tuvimos que esperar para empezar a encontrarnos
las primeras curvas. Decidimos tomárnoslas con tranquilidad y
calentamiento del día. Sería bastante largo (unos 520 km) y pasaríamos
por otros puertos y lugares y ya habría momento para correr.
Así
que con ese pensamiento, continuamos subiendo, calentando motores y
disfrutando de un amanecer entre montañas. Una vez arriba, foto de rigor
en un cartel de madera que indicaba la altitud del puerto. A alguien
le habrá gustado el cartel normal y se lo habrá llevado a su casa y
habrán tenido que poner ese, a modo de improvisación.
Tras
unas fotos, empezamos a bajar, con dirección Jausiers. La bajada
ofrecía unas mejores vistas que la subida, así que con el sol de frente y
entre sombras, fuimos bajando hasta que llegamos a
Saint-Paul-Sur-Ubaye. Continuando por la carretera D902, que es la
carretera francesa de la ruta denominada “Rute des Grandes Alpes”. Es la carretera que llevábamos siguiendo desde el día de ayer hasta que la dejásemos hoy en Nice.
Los
km pasaban por una nacional en la que íbamos llaneando y trazando
multitud de curvas de media velocidad. Con el frescor y el aire puro que
había ya que la carretera estaba rodeada por los árboles de aquellos
bosques.
Así continuamos hasta que llegamos a Jausiers, donde nos desviamos para subir el Col de la Bonnete (2802 m).
Este es el Col que ostenta el galardón de poseer la calzada más alta
de Europa. La historia cuenta que fue por un capricho de Napoleón por
el simple hecho de poder presumir de tal hazaña. En su día existía una
calzada que unía el Col de Restefond (2680 m) con el Col du Raspaillon (2513 m), pero Napoleón tenía ese capricho y mandó a construir la calzada hasta el Col de la Bonnete (2802 m).
Bueno,
la historia está muy bien, pero vamos a la ruta … Tras coger el
desvío, pudimos comprobar rápidamente que la carretera tenía un asfalto
excelente y que estaba llena de ciclistas. Carretera con curvas de
todo tipo de velocidad: rápidas, más rápidas, medias e incluso
“tornantis”. El paisaje inicial, era fantástico, ya que los bosques que
anteriormente teníamos alrededor, cada vez se empezaban a ver desde
más arriba. Una sensación maravillosa el poder disfrutar de la moto en
una carretera como esta, con una climatología perfecta y unos paisajes
de ensueño.
Seguíamos subiendo y subiendo y poco a
poco el paisaje se volvía más desértico. Estaba claro que estábamos
alcanzando una altitud que la vegetación no podía soportar. Pensaba que
pronto llegaríamos a la cima, cuando de repente me encontré un pedazo
de rebaño de ovejas en mitad de la carretera. Menos mal que lo vi a lo
lejos tras salir de una curva a derechas y ya bajé el ritmo. Parada
técnica a la espera que las ovejas quisiesen despejar el camino que
vino bien para estirar piernas.
Tras
esto, volvimos a continuar subiendo. La trazada y la calzada del
puerto seguían estupendos y seguía siendo una maravilla. Cuando ya
vimos el desvío que nos llevaría a la cima, nos llevaría a la parte más
alta de este Col y que nos permitiría poder decir que hemos estado en
la calzada más alta de Europa.
Una
vez al lado del monolito, dejamos las motos y dedicamos un buen rato a
disfrutar de las vistas, hacer fotografías e interactuar y charlar un
rato con un grupo de moteros españoles que también estaban subiendo.
Nos contamos nuestras batallitas y disfrutamos de un rato bastante
agradable.
De
hecho, para mí, de este momento ha salido la imagen que siempre
guardaré en mi mente y que recordaré para ilustrar este viaje.
Ya
que estábamos aquí, decidimos seguir subiendo, pero esta vez andando.
60 metros más arriba había un mirador y la ocasión lo merecía. Así que
allí fuimos. Las vistas desde aquí eran simple y llanamente
espectaculares. Te sientes estar por encima de todo. Todo lo ves desde
arriba y con la perspectiva que da la altitud. Poder disfrutar de este
paisaje con este día soleado y sin nubes, era una auténtica gozada.
Tras
este momento, solo quedaba bajar hacia Nice. Personalmente no quería
que llegase este momento, ya que significaba que sería la última bajada,
sería la despedida de los Alpes y no volveríamos a subir ninguna de
estas moles al día siguiente. Fue nostálgico y disfrute muchísimo la
bajada. Intentaba saborear cada instante y que se me quedase grabado en
la memoria, para poder así recordar cada momento. Fue una bajada
tranquila y saboreando la situación. Fue larga, pero fue muy bonita.
Poco a poco el paisaje desértico se quedaba atrás y volvimos a
adentrarnos en una carretera rodeada por arboleda y que paralela a ella
discurría un rio.
Carretera de curvitas muy agradables que nos llevaría hasta la misma Nice. Atrás se quedaban esas moles de montañas.
Una
vez ya en Nice, decidimos coger autopista hasta Mónaco. Estábamos a
menos de 20 km y la ocasión lo merecía. Así que allí fuimos. Nos dimos
una vuelta por lo que es el circuito, pasando por delante del casino, la
curva Mirabeau, por el túnel, por el puerto y por la rascasse. Todo
estaba lleno de tremendísimos coches, de gente vestida súper elegante y
todo el puerto a reventar de yates. Era la hora del almuerzo, y había
bastante movimiento de personal en las terrazas y restaurantes del
puerto. Todo súper espectacular. Está claro que allí si que no hay
crisis.
Tras
nuestro paseo por Mónaco, tocó volver a la realidad y a la triste y
aburrida autovía. Desde aquí todo ya sería autovía hasta Málaga. Así que
nos pusimos a ello. Enganchamos autovía hasta llegar a Montpellier a
eso de las 19:00.
Nuestra aventura llegaba a su fin.
Aún nos quedaban dos días por delante, pero que “solo” los dedicaríamos
para terminar de salir de Francia y cruzar España. Todo había sido
maravilloso y el disfrute alpino había merecido la pena. Al final,
después del tremendo chaparrón que tuvimos los días 3 y 4, el clima a
partir de ahí se ha portado de fábula, con días súper soleados y
despejados.
Os dejo con el video:
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Crónica del día 9: Montpellier – Valencia. 20 de Agosto
A
partir de hoy empieza nuevamente la parte aburrida y monótona del
viaje: la autovía española (y por ello, de estos dos días finales, no
hicimos imagen alguna).
A las 7 suena el despertador y
tras cargar las motos, cogemos la autopista francesa con intención de
parar a desayunar en la frontera española. Sobre las 8 estamos en
marcha y a un ritmo totalmente legal los km van pasando. Es temprano y
según nos íbamos acercando a la zona pirenaica, nos íbamos adentrando
en una ligera neblina que hacía que la temperatura fuese bajando,
llegando a tener algunos momentos de fresco encima de la moto.
Todo
cambió nada más cruzar la frontera con España. A eso de las 10:30 ya
estábamos nuevamente en territorio español y eso se hacía notar.
Pudimos comprobar rápidamente el tremendo día de calor que nos esperaba
por delante, y las conversaciones con los familiares para avisar de que
estábamos ya en España, nos auguraban un día caluroso.
Tras
reponer fuerzas en un bar español, decidimos coger la N-340 y ver el
ritmo que esta carretera nos permitiría llevar. Nuestra intención era
evitar la autopista de peaje, evitando así el aburrimiento y el robo a
mano armada que en los peajes españoles hacen.
Los
primeros km por la nacional fueron agotadores. Nos tocó ir detrás de un
camión cerca de 30 minutos, con la imposibilidad de poder adelantarlo
ya que el sentido contrario estaba ocupado por una caravana kilométrica
y el camionero nos dificultaba el poder adelantarlo. El ritmo si
seguíamos así, sería bastante lento y nos retrasaría la hora de llegada
a Valencia bastante. Por suerte, conseguimos adelantarlo y a raíz de
ahí la cosa cambió …
Seguimos por la N-340 a un ritmo
normal, ya que el tráfico era intenso debido a todos los playeros que
nos encontrábamos, pero poco a poco íbamos adelantándolos sin
problemas.
Continuaron pasando los km sin mucho más que contar. Km
y km de nacionales con tramos que pasaban por poblaciones en las que
había que reducir la velocidad y con un solano que cada vez apretaba
más.
Intentamos reducir el nº de paradas a las estrictamente
necesarias, es decir, repostajes y pequeñas paradas para estirar
piernas. Así hasta que pasado Port Aventura decidimos pararnos en un
restaurante de carretera y llevarnos algo a la boca y reponer líquidos.
Tras
nuestra parada, nos quedaban algo menos de 300 km hasta Valencia. Este
tramo, personalmente, fue el más agotador para mí. Los km se notaban y
el cansancio acumulado de tantos días también. Las rectas y tramos de
autovía tampoco ayudaban mucho, ya que provocaban aún más relajamiento,
pero cada vez faltaba menos para Valencia y poder descansar, y esa era
la única motivación real que quedaba ya.
A eso de las 18,
estábamos llegando al hotel, el día había sido bastante agotador debido
al cansancio y el calor. Decidimos irnos pronto a la cama, ya que
preferíamos estar en marcha al día siguiente bastante pronto para
intentar evitar así el calor.
Como resumen, día de puro
trámite. Conseguimos evitar la autopista levantina, pero aún así el
viaje por la N-340 se hizo monótono y cansado. El calor tampoco ayudó
mucho ha hacer el viaje llevadero, pero el pensamiento de que cada vez
estábamos más cerca de casa y del hecho de poder descansar y disfrutar
con nuestra gente de la experiencia vivida, era lo que nos motivaba a
seguir adelante.
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Crónica del día 10: Valencia - Málaga. 21 de Agosto
Último
día de nuestra ruta alpina. Un doble sentimiento, parte de nostalgia
porque se acaba la ruta y parte de alivio, ya que los km y el cansancio
acumulado y el desgaste era latente y el deseo por llegar a casa
bastante. Con esa doble sensación me levanté cuando a las 6 sonó el
despertador.
La ruta de hoy iría a caballo entre un tramo de autovía inicial y final y tramos de nacionales el resto.
Con esa perspectiva arrancamos y nos pusimos en marcha a eso de las 7:15.
El
alba nos acompañó durante los primeros km hasta que el sol empezó a
deslumbrar. La temperatura era ideal para conducir en moto, y
aprovechamos la soledad de la autovía para avanzar cuanto pudimos.
Pronto
dejamos la autovía atrás y nos adentramos en la nacional que nos
llevaría hacia Carratraca. Nacional con buen asfalto y con muchas
rectas, por lo que el ritmo apenas disminuyó respecto a la autovía.
Los
km pasaban y en uno de los desvíos, aprovechamos para parar a
desayunar. Era domingo y sobre las 9 de la mañana, y el pueblo tenía
pocos bares abiertos. Al final, terminamos en un bar típico de pueblo
lleno de abueletes y sudamericanos, que aún siendo la hora que era, ya
estaban cocidos por dentro. Tras conseguir con esfuerzo que nos
preparase un par de sándwich mixtos, continuamos la marcha.
El
calor empezaba a notarse y estábamos llegando a Andalucía. La carretera
seguía igual de aburrida y solo cabía esperar a que los km siguiesen
pasando… y cuanto antes mejor.
Una vez ya en
Andalucía, nuestro siguiente objetivo era llegar a Guadix. A eso de las
12 estabamos a los alrededores de Guadix cuando decidimos pararnos a
tomarnos un refresquito y descansar así unos momentos.
Tras
esta parada, decidimos que nos separaríamos en Granada. Lolo deseaba
tirar por la A-92 y yo prefería tirar bajar hacia Motril. Así que dicho
y hecho. Una vez en Granada, separamos nuestros caminos y yo bajé
hasta Motril con un ritmo alegre, para luego coger la nacional que me
llevaría hasta Nerja para disfrutar y despedirme de esta ruta como se
merece, con una serie de curvitas decentes.
Sobre las
14:30 llegué a Vélez con la misma sensación agridulce que con la que me
levanté. Estaba bastante cansado, pero bastante contento ya que estaba
de vuelta en casa tras haber llevado a cabo uno de mis sueños moteros
que desde que me empezaron a gustar las motos tuve: una ruta motera por
los Alpes.
Ha sido una experiencia irrepetible y que
siempre recordaré, pero desde ya os digo, que algún día espero volver a
repetir. He visto y disfrutado de un montón de carreteras, culturas,
gente y paisajes, pero hay mucho más por ver, y no quiero perdérmelo
:-D .
Al final han sido ...